SIMÓN RODRÍGUEZ
Nació en Caracas el 28 de octubre de 1769.
Pedagogo, pensador filosófico, escritor de densas obras de contenido histórico
y sociológico, y conocedor a fondo de la sociedad hispanoamericana.
Fue maestro y mentor del Libertador Simón Bolívar.
Hijo expósito de doña Rosalía Rodríguez, la
humillación por ser niño expósito tuvo que soportarla integra de niño, de
adolescente y de joven. Muy tierno recibió la protección y cuidados del
sacerdote Rodríguez, hermano de su madre Rosalía. Instruido inicialmente en una escuela de la
ciudad, obtuvo del Municipio de Caracas el título de Maestro de Primaria, a los veinte años. Casi enseguida impartió
clases al niño Simón Bolívar, enseñándole los principios de
las lenguas española
y latina, aritmética e historia. Llegó a tener bajo su pupilaje a un grupo de niños que,
para finales del año 1793, ascendía a 114.
En junio del 1793 se casa con María de los
Santos Ronco.
En 1794, presenta al Ayuntamiento sus Reflexiones sobre los defectos que vician la escuela de primeras letras
de Caracas y el medio de lograr su reforma por un nuevo establecimiento.
Se trata de un planteamiento crítico de la enseñanza colonial. En 1795, cuando
el niño Bolívar se fuga de la casa de su tutor, es enviado a vivir en la casa
de su maestro Simón Rodríguez, bajo la tutoría de éste.
En 1797, a raíz de ser abortada la tentativa
revolucionaria de Gual, España y
Picornell, el maestro toma la determinación de salir al extranjero. Llega a
Kingston (Jamaica), donde residirá algún tiempo y cambiará su nombre por el de
Samuel Robinson. Luego viaja a los Estados Unidos, vive en Baltimore como cajista de imprenta, hasta finales de 1800, y en abril de
1801 se traslada a Francia. Desembarca en Bayona y pasa a París,
donde se residencia. Traduce al español la novela Átala,
de Chateaubriand. Son los años del ascenso vertiginoso de la estrella de Napoleón Bonaparte.
Coincidencialmente, Bolívar, ya viudo, llega a París en 1804. Maestro y alumno
se reúnen a poco en Viena y van a madurar entre los dos una sólida y bella amistad. Rodríguez participa de manera decisiva en el nuevo
rumbo de Bolívar: el compromiso para siempre con el destino de su patria.
La influencia sobre Bolívar
Juntos parten en
marzo de 1805, a un viaje que los lleva a Lyón y Chambery para luego atravesar
los Alpes y entrar en Italia: Milán, Venecia, Ferrara, Bolonia y Florencia. En Milán
presencian la nueva coronación de Napoleón, esta vez como rey de Italia. El 15 de agosto de ese
mismo año, suben al Monte Sacro, en Roma, y Rodríguez recoge para la posteridad el juramento que
allí su discípulo hace:
"Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por
ellos; juro por mi honor; y juro por mi patria; que no daré descanso a mi
brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por
voluntad del poder español".
Luego de una breve
visita, de Bolívar a Nápoles, retornan a París hacia fines de año.
Poco tiempo después se separan y, en 1806, inicia Simón
Rodríguez un largo peregrinar por Europa, viviendo en Italia, Alemania, Prusia, Polonia y Rusia, donde se dedicó por varios años a la docencia. En 1823, en Londres se encuentra con Andrés Bello y
ese mismo año emprende su viaje de retorno a América. Desembarca en Cartagena de Indias, y retoma su nombre
de Simón Rodríguez. En Bogotá, en 1824, realiza la primera fundación de una escuela-taller.
Visita Panamá, Guayaquil y otros lugares. Al año se reúne en Lima con
el Libertador. Antes, a su paso por Ecuador deja varias obras; en Latacunga, dicta clases de Agricultura y Botánica en el Colegio Nacional; en Quito presenta al Gobierno un Plan de colonización para el Oriente del Ecuador, y en
Ibarra, funda una "Sociedad de Socorros Mutuos".
Bolívar lo
incorpora al grupo de sus colaboradores directos. A mediados de abril,
parte con Bolívar hacia varias ciudades de Perú y pasa por Bolivia. En noviembre de ese mismo año, Bolívar lo nombra "Director de Enseñanza Pública, Ciencias Físicas, Matemáticas y de Artes y Director General de Minas,
Agricultura y Caminos Públicos de la República Boliviana".
En enero de 1826,
Bolívar regresa a Lima y Rodríguez se queda en Bolivia; no volverán a verse
jamás. En ese mismo año, funda la segunda escuela-taller, esta vez con
proyecciones para toda Bolivia, desde Chuquisaca.
Marcha en 1828
para Arequipa, donde publica el prodromote la obra Sociedades Americanas en 1828. En esta obra insiste en la
necesidad de buscar soluciones propias para los problemas de Hispanoamérica, concepto que sintetiza en una frase: "La América Española es Orijinal i
ORIJINALES han de ser sus instituciones i su gobierno i ORIJINALES sus medios de fundar uno i otro. O Inventamos o
Erramos".
En 1830, aparece
su libro "El
Libertador del Mediodía de América y sus compañeros de armas", defendidos por un amigo de la causa
social, un vibrante alegato a favor de Bolívar. En septiembre de ese año,
circula su ensayo científico "Observaciones sobre el terreno de Vincocaya".
En 1831, Simón
Rodríguez contrae segundas nupcias con Manuela Gómez, en Perú. Desde Lima
acepta la dirección de una escuela y publica su libro Luces y Virtudes Sociales, donde
afirma su concepto de la escuela primaria puntualizando la diferencia entre
instruir y educar. Seguidamente, se edita en la misma ciudad el Informe sobre Concepción después del Terremoto de febrero de 1835. Rodríguez se
encuentra por segunda vez con Andrés Bello, ahora en Santiago de Chile, y reedita en
Valparaíso, Luces y Virtudes
Sociales (1838). Publica varios artículos en El Mercurio.
En 1842, reedita
su obra Sociedades Americanas en
1828, emprende viaje a Ecuador en 1843 y a su paso por el puerto de
Paita (Perú), se entrevista con Manuela Sáenz.
Años más tarde,
publica en El Neogranadino, periódico de Bogotá, su Extracto sucinto de mi obra sobre la Educación Republicana.
En 1850, vuelve a Latacunga y, en 1851, entrega al Colegio de San Vicente sus Consejos de amigo dados al Colegio de
Latacunga.
En los años
finales de su vida, Simón Rodríguez va a Guayaquil, donde se perderá buena
parte de su obra a causa de un incendio que devastó a buena parte de la ciudad.
En 1853, emprende un nuevo viaje al Perú, acompañado por su hijo José y su
amigo Camilo Gómez, quien lo asistirá en el momento de su muerte, ocurrida en el pueblo de Amotape el 17 de julio de
1853. Setenta años después, sus restos fueron trasladados al Panteón de los
Próceres en Lima, y desde allí, al siglo justo de su fallecimiento, fueron
devueltos a Caracas, ciudad natal, donde reposan en el Panteón Nacional.
Rodríguez quería
que la educación, en Venezuela y América, se impartiera con calidad, en torno al desarrollo personal de los individuos, su capacidad de comprender y
analizar la sociedad en la que viven, su desarrollo humano y personal en el
contexto del desarrollo social y comunitario inspirado enprincipios y valores como la igualdad, la equidad, libertad, emancipación social y humana. Una educación que
permita a cada uno desarrollar a plenitud sus talentos y construirse como persona y ciudadano solidario y productivo. Que le enseñe
a ser, a convivir, a aprender y a trabajar. En fin, una educación que le enseñe
a cada individuo crecer y desarrollarse como persona y a
preocuparse por su entorno social, que le enseñe los valores y principios de su sociedad. Formar
individuos que enfrenten al mundo valiéndose de sus destrezas y habilidades.
Formar personas pensantes que no se valgan solo de la memoria y por último que se les enseñe a trabajar y a
valorar su trabajo. Y con estas bases se contrita una genuina Educación de Calidad.
Bases para una
Educación de Calidad.
1.- Educación para
formar personas y auténticos ciudadanos.
2.- Educación que
enseñe a aprender
3.- Educación que
enseñe a trabajar y a valorar el trabajo y al trabajador.
1.- Esta primera
dimensión está orientada a formar y educar para formar persona y auténticos
ciudadanos, con una educación en los valores de la convivencia,
Rodríguez estaba
convencido de que era urgente emprender un proyecto educativo diferente que, pues bajo retórica e
principios y proclamas, seguía intacta la vieja estructura de servidumbre. La independencia no había desmantelado el viejo orden
colonial, para ser eficaz este proyecto educativo tenía que ser propio,
original, hecho en la propia entraña americana.
El fin primordial
de la educación es formar ciudadanos y es por eso que todos deben tener acceso
a ella, ya que, como decía Rodríguez "sin educación popular no habrá
verdadera sociedad…". Esta educación debe estar vinculada a la solidaridad que se expresa en las múltiples y pequeñas
dimensiones del vivir y convivir a diario.
Para tener
personas y auténticos ciudadanos, debemos superar la pobreza y profundizar la democracia, y esto requiere de un proceso simultáneo.
La democracia se
puede construir dependiendo de nuestra actitud, de nuestra voluntad, de nuestra voluntad de
cooperación, de nuestro respeto, de nuestra responsabilidad, de nuestra solidaridad. Podemos hacer una
escuela y una universidad diferente, de docentes, de administrativos, de representantes y comunidad que tengan en su horizonte los intereses de la
mayoría y la construcción y vivencia de la genuina democracia.
2.- La segunda
dimensión de una educación de calidad es ENSEÑAR A APRENDER.
Educar no es
transmitir paquetes de información para que los alumnos memoricen, sino provocar
las ganas de aprender, hacer que los alumnos sientan interés de aprender y que sean capaces de comprender
analizar la información que necesitan. De nada sirve llenarlos de informaciones
inútiles que no vayan a ser capaces de comprender y que solo les sirva para
memorizar, ya que no queremos convertirlos en máquinas memorizadoras de conceptos, términos y palabras
que con frecuencia ni siquiera entienden, sino convertirlos en seres que tengan
la capacidad y la habilidad de buscar, comprender y analizar la información y
la puedan devolver en forma personal y coherente. Esto supone desarrollo de las
destrezas básicas: lectura, escritura, expresión oral, escucha, informática, observación, estimación, cálculo, pensamiento, ubicación en el espacio y en el tiempo, es decir
destrezas lingüísticas, matemáticas, tecnológicas y científicas, tales
destrezas los ayudaran a aprender dentro y fuera del sistema educativo.
3.- La Educación
Que Enseñe Trabajar Y A Valorar El Trabajo Y Al Trabajador, era la tercera
dimensión que con mayor esfuerzo quería impulsar Rodríguez y quizás la que le
trajo más problemas y dificultades, por parte de la sociedad, ya que no estaban
dispuestos a enviar a sus hijos a escuelas donde se le ponía a trabajar, de ahí
gran parte de los fracasos de Rodríguez, que nunca renunció a su propuesta
educativa, de unir la instrucción académica con el aprendizaje de oficios mecánicos y agrícolas, es decir la
creación de escuelas-talleres. Toda su vida fue promotor de unir la escuela y
el trabajo. Por ello cuando regresa a América en 1823, establece una escuela en
Bogotá (Colombia) donde los estudiantes además de formarse
intelectualmente y aprender a vivir en sociedad, debían aprender un oficio
mecánico, pero la aristocracia de la capital neogranadina no estaba preparada para aceptar las
ideas sobre la educación que busca introducir al trabajo. Escandaloso le debió
resultar el nombre de "Casa de IndustriaPública", en vez de escuela o colegio. Así el
proyecto fracasa, como también el que emprendió en Chiquisaca años más tarde.
Rodríguez insistió
con renovada pasión en la necesidad de una educación práctica, útil, que
remedie necesidades concretas, en conclusión una educación de calidad.
El hombre no es ignorante porque es pobre, sino lo
contrario.
Instruir no es
educar; ni la instrucción puede ser un equivalente de la educación, aunque
instruyendo se eduque.
No hay interés
donde no se entrevé el fin de la acción. Lo que no se hace sentir no se entiende, y lo que no
se entiende no interesa. Llamar, captar y fijar la atención, son las tres partes del arte de enseñar. Y no todos los maestros sobresalen en
las tres.
El título de
maestro no debe darse sino al que sabe enseñar, esto es al que enseña a aprender;
no al que manda aprender o indica lo que se ha de aprender, ni al que aconseja
que se aprenda. El maestro que sabe dar las primeras instrucciones, sigue
enseñado virtualmente todo lo que se aprende después, porque enseñó a aprender.
No hay oveja que
busque al pastor, ni muchacho que busque a maestro.
Enseñen los niños a ser preguntones, para que, pidiendo el por qué de
lo que se les mande hacer; se acostumbren a obedecer a la razón, no a laautoridad como los limitados, no a la costumbre como los
estúpidos.
La ignorancia es
la causa de todos los males que el hombre se hace y hace a otros; y esto es inevitable,
porque la moniciencia no cabe en un hombre: puede caber, hasta cierto punto, en
una sociedad 9por el más y el menos se distingue una de otra). No es culpable
un hombre porque ignora - poco es lo que puede saber -, pero lo será si se encarga
de hacer lo que no sabe.
Acostúmbrese al
niño a ser veraz, fiel, servicial, comedido, benéfico, agradecido, consecuente,
generoso, amable, diligente, cuidadoso, aseado; a respetar la reputación y a
cumplir con lo que promete. Y déjense las habilidades a su cargo; él sabrá
buscarse maestros, cuando joven.
Sólo la educación
impone obligaciones a la voluntad. Estas obligaciones son las
que llamamos hábitos.
Enseñen, y tendrán
quien sepa y eduquen, y tendrán quien haga.
Toca a los
maestros hacer conocer a los niños el valor del trabajo, para que sepan apreciar el valor de
las cosas.
Al que no sabe,
cualquiera lo engaña. Al que no tiene, cualquiera lo compra.
Enseñar es hacer
comprender; es emplear el entendimiento; no hacer trabajar la memoria.
El maestro de
niños debe ser sabio, ilustrado, filósofo y comunicativo, porque su oficio es formar
hombres para la sociedad.
Nadie hace bien lo
que no sabe; por consiguiente nunca se hará República con gente ignorante, sea
cual fuere el plan que se adopte.
El Presidente,
general Carlos Soublette, uno de cuyos ministros era el general Rafael Urdaneta
- ambos figuras centrales de la guerra de independencia - le invitó al maestro a retornar
a la patria. El propio Rodríguez se lo cuenta a su amigo, el obispo Pedro
Antonio torres: « Una respuesta que me dan de la Nueva granada, es una orden
del gobierno de Venezuela para que me envíen a mi tierra. Yo no voy allá. Tanto se acuerda el Presidente de mí,
como Su Santidad de usted. » No sólo se niega a viajar, sino que teme le
fuercen a ello: « Siempre hay que felicitarme: sólo tendrá usted que borrar
Caracas y poner Bogotá; porque somos mortales, y hallando las monjas entre los
papeles de usted enhorabuena para Venezuela, puede que se presenten al obispo y
me hagan seguir mi derrota con costas, costos, daños y perjuicios. Los tiempos no están para andarse
por las ramas. ¡Dios nos libre de la justicia humana! ». ¿Volver a Caracas, viejo, aparentemente
derrotado por las circunstancias, sin saber a qué iría, y con el mal recuerdo
por el rechazo de sus ideas en 1794, y el fracaso de la revolución de Picornell en que anduvo comprometido?
Regresar no es avanzar. ¿Y a una Venezuela sin Bolívar?
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